Las personas muy autoexigentes tienen un alto nivel de aspiración que las sumerge en un estado permanente de ansiedad, frustración y tensión. Todo ello hace que sufran un malestar significativo y que este malestar condicione su comportamiento, afectándoles en su vida familiar, afectiva y laboral.
Realiza una evaluación objetiva de las metas. Haz una evaluación realista de tus objetivos y compáralos con el ideal en tu cabeza. Después, analiza con qué recursos cuentas (desde la capacidad y conocimientos sobre el tema hasta las posibilidades económicas) para conseguirlos.
Concéntrate en lo agradable de realizar una actividad. Tómate un momento mientras realizas cualquier tarea para encontrar algo agradable en ella. El entorno, la temperatura o una música de fondo. Se trata de encontrar estimulación positiva en otros factores que no sean sólo la tarea en cuestión.
Los errores forman parte del aprendizaje. Equivocarse es humano. La mayoría de los errores que se cometen diariamente no suelen tener consecuencias trágicas, por el contario, se pueden subsanar. Tendemos a magnificar las consecuencias negativas de nuestras acciones. Desdramatiza para ser más tolerante contigo misma/o.
Las personas valemos más allá de lo que tenemos o lo que logramos. Por lo general, todos queremos ser aceptados y queridos, pero la valía y el afecto no son exclusivos al éxito laboral o económico. Las personas que nos quieren, lo hacen por lo que somos, no por lo que hacemos o por cómo nos va en la vida.
Cambia el valor que para ti tienen las cosas. No te preocupes tanto por los resultados, fíjate más en el proceso. Se puede no conseguir un resultado pero haber aprendido mucho mientras has intentado llegar a él.
Por último, imagina un bebé que gatea y empieza a andar. Se va a caer muchas veces. Cada vez que se cae estará aprendiendo cómo colocar el pie la siguiente vez, cuándo debe sujetarse y cuando no. De esta forma irá aprendiendo a mejorar. Te parece algo básico, verdad?. Ahora imagina que ese bebé se cae y ya no vuelve a intentarlo porque se frustra y se amarga. Pues eso es lo que hacemos a veces los adultos.
Cristina León. Psicóloga Sevilla.